¡El otoño ya está aquí, el regreso a la escuela comienza en 3…2…1! ¡Las aulas están llenas otra vez! Después de 2 ciclos escolares con clases presenciales solo de forma parcial, el tiempo de regresar y poner a prueba lo que aprendimos está aquí.
Los últimos meses de instrucción en persona del año escolar pasado sirvieron entre otras cosas, como ensayo de nuestros estudiantes para un regreso completo durante el otoño, o al menos eso es lo que todos queremos. En general, los niños, los padres y los maestros aprendimos a:
- Usar la mascarilla durante el tiempo de instrucción en persona, cuando estamos fuera de casa, cuando vamos al supermercado… vaya ¡Lo más que se pueda! y dadas las circunstancias actuales, con las diferentes variantes del virus del COVID 19 parece una buena idea cultivar esa costumbre colectiva.
- A lavarnos las manos mucho mas seguido de lo que lo hacíamos antes o en su defecto a usar desinfectante de manos casi como poseídos. Mis hijos y yo bromeamos y decimos: ¿Qué vas a contestar cuando te pregunten que hiciste el año 2020? Estuve lavándome las manos ¿y cuándo no hacías eso? Me estaba poniendo desinfectante, y hasta ahora es gracioso.
- A mantener la distancia social en la medida de lo posible. Tal vez todos apreciamos ahora más que antes, la calidez de un abrazo, la sinceridad de un apretón de manos, y sobre todo las sonrisas que se han escondido debajo de las mascarillas por lo que parece ya mucho tiempo.
- A usar la tecnología como herramienta para el aprendizaje en casa. De pronto tuvimos que volvernos expertos en plataformas que ni sabíamos que existían o que literalmente no existían y que fueron creadas por las nuevas exigencias de la educación a distancia.
- A reflexionar sobre la importancia de la salud mental/emocional y su relación directa con el aprendizaje, el crecimiento, la salud y el sano desarrollo de las relaciones humanas.
La lista de lo que aprendimos puede ser muy extensa. Lo cierto es que ahora estamos mejor preparados que antes para enfrentar los retos de una pandemia, y deberíamos estar mejor preparados para enfrentar una posible realidad que incluya cuidados extras al momento de estar en contacto con otros por el resto de nuestra existencia. Aunque suena horrible, en realidad no lo es tanto.
Alguna vez no usábamos el cinturón de seguridad en los autos, es más, ¡el cinturón de seguridad no era para los autos! El cinturón de seguridad como lo conocemos ahora se inventó en 1959 por el Ingeniero Nils Bohlin y salva cientos de miles de vidas al año. Al parecer ¡el uso de la mascarilla tiene el mismo poder! Antes, se usaba algo parecido a un cinturón, para evitar que las personas se cayeran de los carruajes tirados por caballos y más tarde se usaron en algún avión.
Ahora usamos el cinturón de seguridad de forma automática, en cuanto nos subimos a un coche, ¡zas! nos ponemos el cinturón. Les enseñamos a nuestros hijos la importancia de usarlo desde muy temprana edad. Hay regulaciones o leyes que nos obligan a usarlo o de lo contrario enfrentaremos una multa o un citatorio a corte o en algunos casos, la muerte. Y también es cierto que aun hoy en día con toda la información que tenemos sobre como los cinturones salvan vidas, sigue habiendo personas que deciden no usarlos. Pero la gran mayoría de nosotros si lo hace.
Es posible que, en el futuro, el uso de la mascarilla o el uso del desinfectante de manos, o la distancia social sean tan normales, que ya no nos molestara hacerlo y hasta lo haremos de forma automática. Seguramente en un futuro no muy lejano, habrá otras técnicas que aprenderemos a usar, o inventos que nos facilitaran las interacciones sociales con un mínimo de esfuerzo y sobre todo, con un mínimo de riesgo.
Hemos pasado por mucho, hemos perdido mucho y a muchos, pero el camino aún hay que recorrerlo. Usemos el conocimiento que la experiencia y la ciencia nos proporcionan, mantengamos la distancia social, usemos la mascarilla y vamos a vacunarnos. Enseñemos a nuestros hijos a seguir las instrucciones, pero más que nada ellos deben aprender a cuidar de ellos mismos sin tener que esperar que alguien nos obligue a hacerlo. Hagamos de este regreso a clases lo que ha sido siempre: Una experiencia inolvidable en el buen sentido.